martes, 8 de octubre de 2013

Hay noches, y noches.

Hoy es una de esas noches en las que intentar dormir se convierte en una verdadera tortura para mi (y tú no ayudas).
De esas noches en las que tengo la cabeza llena de mil pensamientos que se ahogan dentro de ella y que me hacen ahogarme a mi también en la oscuridad de mi (mente) habitación. 
De esas en las que das vueltas, y vueltas, y más vueltas hasta conseguir coger una postura algo cómoda, que no perfecta (no pidamos imposibles) para poder conciliar ese sueño que parece que nunca va a llegar. 
Sí, de esas en las que me agobio. Mucho.  Demasiado. Sobre todo porque no pienso, no quiero pensar(te). Y es que me agobio porque a pesar de ello son los propios pensamientos los que vienen a mi y me acosan.
Hoy se me quedan muy lejos las noches en las que me tumbo en la cama tranquila y con la cabeza sin ningún tipo de ruido mental. Solo me tengo que preocupar de cerrar (tu puerta) los ojos. Nada más. Joder.
Supongo que ya no hay nada que hacer, nada que solucionar, simplemente esperar a que pasen los minutos.
Todos esos minutos que se me han ido acumulando alrededor de ti. Tiempo que corre despacio como castigo a todo aquel que en su día perdí.







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