domingo, 20 de abril de 2014

No tengo ganas de poner(te) título.

Que suenan relámpagos y tu nombre retumba con ellos. Miro al cielo para ver si veo algo y la lluvia se acelera como si por la calle te fueras acercando. No quieren que te encuentre, pero es que tú me estás buscando. Me intento resguardar en algún portal para intentar no mojarme, pero al verte me sobra la lluvia y el agua que cae porque si me mojo es sólo de todo lo que te traes entre manos. Como si lo viera. Como si los truenos no existieran en mi cabeza. Que aunque no suenen yo los sigo oyendo, están cada vez que tu risa resuena. Sigo andando por la calle intentando esquivarte, parece que el viento te mueve al son de las nubes. A ver si se lleva la lluvia. A ver si tu sonrisa se queda. Espero que mañana amanezca igual, es un juego con la tormenta que me divierte como si nunca saliera perdiendo, como si tu vida caso me hiciera.



sábado, 19 de abril de 2014

Son contradicciones.

Son ganas de escribir. Son escritos sin ganas. Son versos que se rompen al leerlos. Son palabras que sobran en el silencio. O que faltan.
Son sentimientos de juguete. Son suspiros que se retiran cuando pasas. Son retiradas que se transforman en suspiros.  Son miradas buscando algún punto al que mirar. Y no encuentran nada.
Son tristezas que arrasan con alegrías. Son alegrías bailando entre tristezas. Son las cosas que escribo para saber lo que digo. Son las cosas que digo para así poder escribirte. 
Son despedidas en forma de esquina. Son algunos círculos que nunca giramos. Son canciones que no tienen letra. Son letras sin nada que ver con lo nos estamos imaginando.

Son ganas de ti. Eres tú con mis ganas.



miércoles, 9 de abril de 2014

Aprendamos a decir 'Yo'.

Como os iba contando, decía mi amiga Ayn Rand que para decir 'Yo te quiero' primero hay que aprender a decir 'Yo'. Parece una obviedad, pero no lo es. Ustedes bien saben que no lo es.
Llámenlo egoísmo, si quieren. De hecho, lo es. Es egoísmo. Pero un egoísmo al que se llega mediante la razón, un egoísmo sano e incluso, me atrevo a decir, necesario en todo ser humano. Y digo necesario, porque sin él no somos capaces de pensar en uno mismo, lo cual es la única manera de alcanzar el equilibrio personal que, consciente o inconscientemente, todos buscamos en cualquiera de nuestras acciones.
Sí. Llámenlo egoísmo. Un egoísmo que nos lleva a hacernos valer, de forma que luego nos valore el resto. A juzgarnos nosotros mismos para luego no tener miedo a ser juzgados. A tener la valentía de mostrarte tal y como eres. A dar a saber que existes, que estás ahí, que eres libre y no mereces que nadie te lo prohíba, que eres un individuo independiente que puedes ser feliz cómo y cuándo tú quieras sin dar explicaciones a nadie, sean cuales sean sus consecuencias.
Si no sabemos decir 'Yo', ¿qué sentido tiene ir más allá? Cómo vamos a querer a alguien, si ni siquiera intentamos querernos a nosotros mismos, conocer lo que somos, para lo que estamos, y a lo que podemos llegar. Necesitamos tener presente la primera persona del singular para aprender luego a manejar los otros sujetos. 
Acabemos con el erróneo concepto que se tiene de la palabra 'egoísmo', con la mala imagen que hay en la sociedad de mirar por uno mismo, de preocuparse por el individuo. Rompamos los prejuicios, el falso altruismo, la moral establecida y la solidaridad prostituida. Terminemos con el pensamiento único de unos pocos que se extiende en la sociedad como un maldito cáncer, que te obliga a ver el mundo con una visión colectivista, que te intenta hacer ver que si piensas en ti mismo, no eres una persona de bien y provecho para esta sociedad, que no colaboras debidamente a construir el bien común en un asqueroso Estado de Bienestar.

Aprendamos a decir 'Yo'.

'Yo' estoy aquí.
'Yo' tengo libertad.
'Yo' soy un individuo único.
'Yo' soy yo.



jueves, 3 de abril de 2014

En vela.

Me gustas más cuando me emborracho porque así te veo dos veces. Y te pienso sin querer pensarte. Y si no lo hago es simplemente porque no me apetece.
Me sumerjo en el mundo de tus letras para acabar luchando por no ahogarme en él, para salir haciendo lo único que sé, escribirte. Y disuadirte. Porque así es más cómodo, porque así no hace falta que lo entiendas. No hay más. Es fácil. O lo tomo, o me dejo.
Intento sanar las heridas hurgando en ellas. Y cuando no quiero sanarlas me vuelvo loca y doy tres pasos atrás. Pero solo para coger carrerilla para chocarme contra la misma pared, pero con más fuerza que otras veces. Es agónico, sí. Pero es que te vuelves tan tentador.

Maldito colchón. No me gustan los colchones blandos.