domingo, 30 de marzo de 2014

Porque sí.

Cuando siento que no me llenas, me bebo tres vasos de agua y escribo seis frases y media para no hacerme sentir de forma volitiva que me ando entre momentos vacíos de lógica, de verdaderos sentimientos, y de intenciones que a nada me llevan.



-

Y es que a veces me da por pensarte, y se me derriban las estructuras de mis contradicciones.




viernes, 28 de marzo de 2014

Limón y sal.

Solucionamos los problemas con soluciones que no solucionan prácticamente nada. Nos conformamos con comernos una tarrina de helado o una tableta de chocolate cuando hemos sufrido algún tipo de desamor. O con escuchar a Sabina a las dos de la madrugada mientras escribimos tres versos como desahogo cuando tenemos desvelo. Nos sentimos mejor fumándonos un paquete de cigarrillos viendo como se consume cada uno de ellos mientras creemos que el humo va consumiendo a la vez nuestros temas. Nos llenan las letras de Vetusta Morla, los poemas de Bécquer o las entradas de algún blog de mierda para hacernos creer que no estamos solos en el problema. Se nos queda corto un determinado número de copas porque al emborracharnos aliviamos el desengaño o desaparece esa maldita figura de nuestra mente. Corremos por un parque mientras intentamos descargar la rabia de alguna última despedida con cada paso que avanzamos. Nos quedamos más tranquilos soltando cuatro puñetazos a la pared porque el dolor es incomparable al de un a verdad sin medida. O buscando limón y sal en la barra de algún bar porque este tequila no se lleva solo las penas.

Qué de infortunos con hojas en blanco, qué de tristezas con un toque de energía. Cuántos tropezones con sabor a vodka, y cuántos con sabor a maría.

Y qué maldita forma de solucionar los problemas. Y qué bendita forma de que se nos vaya la cabeza.



lunes, 17 de marzo de 2014

-

Me gusta la lluvia porque cuando llueve te ves más bonito. Y te enfadas. Y entonces estás bonito y enfadado.



lunes, 10 de marzo de 2014

Qué será, será.

Será un recuerdo tonto o un invierno que no avisa. Será el miedo por lo nuevo o las ganas ya perdidas. Quizá sea que no quiero un amor estropeado, mientras soy yo la que estropea. No sé, serán las letras que suelto, que me cuelgan de la espalda y me pesan.
Seré yo. O serás tú. O seremos los dos, que vamos sin rumbo y no pensamos en lo que nos une y nos aleja.
Es difícil ser clara, cuando solo balbuceo. Ya las cosas han cambiado, será el grito que me ahoga. Ahora es agudo en mi cabeza y ni el tiempo lo aminora. Ni tu sonrisa lo borra. Ni mi impaciencia lo para. Será el pez que no pica el anzuelo o tu fuerza sin complejos. O mis complejos sin fuerza. 
Ya no pienso en continuar, ahora pienso en aguantar el paso, aguantar esta juerga.
Seremos ambos, que jugamos dando vueltas a una misma idea.



jueves, 6 de marzo de 2014

A los niños no hace falta enseñarles a ser curiosos.

Dicen que la curiosidad mató al gato, pero yo creo que precisamente fue la que lo mantuvo vivo. Y que el valor es quien vence al miedo, pero estoy segura de que quien lo vence es la curiosidad.

Esa curiosidad que nos anima a investigar, a aprender, a maravillarnos, a no conformarnos. Todo en esta vida es una curiosidad. Absolutamente todo. Y si no lo es, se cura con ella. El aburrimiento, la ignorancia, la soledad y el desconocimiento se curan con curiosidad. Sin embargo, esta no se cura con nada, porque no tiene límites, no puede ser curada. Y qué hay más bonito que eso.

Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción. Prefiero seguir generándome dudas que dar por hecho planteamientos y afirmaciones. La curiosidad precisamente es la negación de todos los dogmas y la fuerza motriz del libre examen y pensamiento. Porque no es nuestro crimen, porque querer conocer no es ningún pecado. Porque ser inquietos por saber más no es ninguna enfermedad. Para mi, es una virtud.

No se inclina tanto a lo bueno y bello, como a lo que es raro y único, diferente, nuevo. Qué feo sería si todos estuviéramos seguros de todo, si no nos equivocáramos, si no quisiéramos conocer más sobre la vida y lo que la rodea y guía. Si nos quedáramos con lo establecido, con el miedo, con la norma, con la subordinación, con la educación reglada. Qué feo conformarnos y no querer curiosear.

Y cada vez estoy más segura de que la juventud de uno no se mide por los años que tiene, sino por la curiosidad que almacena, y que la vejez no es más que una pérdida de la curiosidad. Si el pecado de la curiosidad es que hace que las personas sigan vivas, bendito pecado que nunca dejaría de cometer.




A los niños no hace falta enseñarles a ser curiosos.





miércoles, 5 de marzo de 2014

Historias.

Yo lo quise y, a veces, él también me quiso.

Hacía del 'a veces' algo eterno, lo cual me bastaba para cubrir aquellos espacios vacíos.