Solucionamos
los problemas con soluciones que no solucionan prácticamente nada. Nos
conformamos con comernos una tarrina de helado o una tableta de chocolate
cuando hemos sufrido algún tipo de desamor. O con escuchar a Sabina a las dos
de la madrugada mientras escribimos tres versos como desahogo cuando tenemos
desvelo. Nos sentimos mejor fumándonos un paquete de cigarrillos viendo como se
consume cada uno de ellos mientras creemos que el humo va consumiendo a la vez
nuestros temas. Nos llenan las letras de Vetusta Morla, los poemas de Bécquer o
las entradas de algún blog de mierda para hacernos creer que no estamos solos
en el problema. Se nos queda corto un determinado número de copas porque al
emborracharnos aliviamos el desengaño o desaparece esa maldita figura de
nuestra mente. Corremos por un parque mientras intentamos descargar la rabia de
alguna última despedida con cada paso que avanzamos. Nos quedamos más
tranquilos soltando cuatro puñetazos a la pared porque el dolor es incomparable
al de un a verdad sin medida. O buscando limón y sal en la barra de algún bar
porque este tequila no se lleva solo las penas.
Qué de infortunos con hojas en blanco, qué de tristezas con un toque de energía. Cuántos tropezones con sabor a vodka, y cuántos con sabor a maría.
Y qué maldita forma de solucionar los problemas. Y qué bendita forma de que se nos vaya la cabeza.
Qué de infortunos con hojas en blanco, qué de tristezas con un toque de energía. Cuántos tropezones con sabor a vodka, y cuántos con sabor a maría.
Y qué maldita forma de solucionar los problemas. Y qué bendita forma de que se nos vaya la cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario