viernes, 28 de marzo de 2014

Limón y sal.

Solucionamos los problemas con soluciones que no solucionan prácticamente nada. Nos conformamos con comernos una tarrina de helado o una tableta de chocolate cuando hemos sufrido algún tipo de desamor. O con escuchar a Sabina a las dos de la madrugada mientras escribimos tres versos como desahogo cuando tenemos desvelo. Nos sentimos mejor fumándonos un paquete de cigarrillos viendo como se consume cada uno de ellos mientras creemos que el humo va consumiendo a la vez nuestros temas. Nos llenan las letras de Vetusta Morla, los poemas de Bécquer o las entradas de algún blog de mierda para hacernos creer que no estamos solos en el problema. Se nos queda corto un determinado número de copas porque al emborracharnos aliviamos el desengaño o desaparece esa maldita figura de nuestra mente. Corremos por un parque mientras intentamos descargar la rabia de alguna última despedida con cada paso que avanzamos. Nos quedamos más tranquilos soltando cuatro puñetazos a la pared porque el dolor es incomparable al de un a verdad sin medida. O buscando limón y sal en la barra de algún bar porque este tequila no se lleva solo las penas.

Qué de infortunos con hojas en blanco, qué de tristezas con un toque de energía. Cuántos tropezones con sabor a vodka, y cuántos con sabor a maría.

Y qué maldita forma de solucionar los problemas. Y qué bendita forma de que se nos vaya la cabeza.



No hay comentarios:

Publicar un comentario